Después de un par de años, de textos memorables, de imágenes fantásticas y de abandonos irracionales, luego de sentimientos encontrados tan distantes y similares unos de otros, y tras la incógnita de los escritos futuros, éste blog esta a punto de llegar a las 20 mil visitas, lo cual para mi es un logro excepcional.
Sin embargo, no es de todo lo que pasé antes de lo que quiero hablar, aunque en parte sí tocaré ese punto, sino de lo que está ocurriendo en estos precisos momentos en la ya abandonada redacción de éste periódico. Dicen que la redacción es el corazón de un periódico, y que una redacción no duerme jamás, pues siempre hay alguien. Pues bien, he de decirles que en este momento estoy sólo en la redacción, no hay nadie más, y ahora a las 10:48 de la noche soy quien mantiene con vida el sitio, donde hasta hace escasos minutos aún los reporteros dejaban su información con el simple pero trascendental fin de mantener a la gente informada, hacer que la gente razone los aconteceres diarios y provocar con ello un cambio.
Ayer fue el Día de la Libertad de Expresión, y para ser sinceros, a pesar de ser el día del periodista nadie me felicitó. Lo triste, es que ni siquiera mis propios compañeros. ¿Que tan corrompida u olvidada es mi profesión como para que esto suceda? Si supiera que todos vamos por buen camino, no me importaría no tener felicitación, o al menos un "muy bien hecho", pero no es así.
El mundo se muere, y nosotros con ello. Ayer y hoy abrí las páginas de los periódicos y me encontré con tristezas y aglomeraciones que no hacen en mi otra cosa que crear cierto resentimiento, pero que al final es el que creo que me impulsa. Todos o al menos la gran mayoría de los reporteros de Torreón, Coahuila, se manifestaron por las calles en contra de los atentados contra periodistas, como el de Emilio Barrón, de Grupo Milenio en aquella ciudad, quien fue sacado por un comando armado de su casa y en presencia de su familia, y encontrado al día siguiente muerto en el estado de Durango. “Todos somos Eliseo”, “Está guerra no es nuestra” y “Ni un reportero menos”, fueron las consignas de la manifestación.
Después leí el día de hoy que dos periodistas estadounidenses tendrán que pagar 12 años de condena en Corea del Sur por haber cruzado "sin papeles" la frontera, en lo que se consideró un acto terrorista. Pero lo que más fue el acabose para mí, fue lo sucedido hoy en mi ciudad.
Hace unos meses jóvenes denominados "tapados" abarrotaron las calles y pedían a gritos que el ejercito mexicano se retirara de la ciudad. Hoy, en lugar de jóvenes son policías municipales en hora de servicio, con armas e incluso unidades oficiales. La cuestión es que en aquellos bloqueos, el crimen organizado estaba detrás, y ¿ahora?, pues la respuesta es esa que estas pensando, aquí también están detrás.
Hace escasas horas, la policía federal y estatal llegó para desalojar a los municipales, iniciando una tensión e muerte en una zona en la que en las calles y avenidas se encontraban ciudadanos, en donde los elementos cortaron cartucho y tal cual batalla romana, estaban unos frente a otros esperando la señal de iniciar el fuego, todo eso entre policías de distintos niveles. El problema aquí además de lo que en sí es el bloqueo, es que compañeros nos dicen que encañonaron a reporteros, y les pidieron tirarse al piso como si fuesen delincuentes.
En ese momento yo estaba en Casa de Gobierno, en una reunión privada que el gobernador hizo pública, claro, antes de saber de los bloqueos, porque sino, se nos hubiera escondido. Irónicamente, la reunión era de seguridad, y estaban los militares, alcaldes, y jefes policiacos estatales. La reunión que parecía sería tranquila se alargó, e incluso entre los reporteros se sintió una tensa calma, esa que presagia la tormenta.
Algunas compañeras se asustaron de más, asegurando que los enfrentamientos llegarían a donde estábamos, y que serían encañonadas o apresadas o algo peor. Algunos otros mostrábamos la calma, no se si por haber ya pasado algo así antes o por como decía ese viejo reportero español "porque el reportero viaja con un aura de que nada le pasa, lo que hace que cumpla con su trabajo". Sin embargo, esos reporteros encañonados pudimos ser nosotros, pudo ser cualquiera, y lo que bien pudo protegerlos fue el simple hecho de que estuvieron acompañados.
Al llegar a la redacción incluso aquí se sentía la tensión, al igual que en las calles. Justo mientras escribo estas líneas escucho que el que recoje la basura dice "es cierto, recogieron una patrulla y se llevaron a otros tantos". Pero al platicar con mis compañeros, vimos en lo que otros ven una maldición, un ligero rayo de esperanza. Hoy traemos la nota que da la vuelta al país, al continente entero, pero para el miércoles, esa nota servirá para envolver papayas y que maduren más pronto, o bien ara envolver pescado, y en el peor de los casos, para recoger los desechos del perro.
Ahí radica, al menos para mi, la grandeza del periodismo. Uno no es un héroe, pero bien puede dar todo por llevarle la verdad a las masas, y al final, ser algo tan llevadero como el polvo mismo. Hoy eres grande, mañana eres basura. La nota de Milenio sobre la manifestación en Torreón incluyó la opinión de un escritor y que bien describe un momento en que todo reportero alguna vez se topa y que es uno de los momentos más fructíferos y sabrosos de la carrera: "Consideró que en el oficio de periodista, como en el de escritor, al momento de sentarse al teclado y luego observar que la obra hecha es leída, uno se enamora de la profesión. Indicó que el ejercicio del periodismo requiere de ejercer el valor de la honestidad, decir la verdad, aunque sin arriesgarse si no hay garantías para el libre ejercicio de la profesión". Y recuerden que la verdad trae conocimientos, y el conocimiento en este mundo sólo significa una cosa, poder. Dénle verdadero poder a través del conocimiento a las masas, y tendrán un verdadero cambio.
Fue por eso que elegí ser periodista, y aún y si en estos momentos en que escribo estas líneas tuviera un policía municipal, estatal o federal encañonándome, o si fuera apresado en algún país, al menos tendría la satisfacción de que por uno al que callen, cientos como yo rugirán.
Espero que así sea, porque esta guerra en la que parece que ya formamos parte, aún inicia con nosotros dentro de ella.