viernes, 29 de febrero de 2008

Los ultimos dias II

Luego de llegar de la costa no hice otra cosa más que descansar y arreglar algunos detalles en La Voz, pero antes tenía que ir a un sitio emblemático para mi: El Paricutín. Ese que según los científicos es el volcán más joven del planeta, y que por lo menos en mi, tiene un efecto muy curioso, pues sana todas mis heridas. Sin embargo, un temor muy grande viajaba conmigo, ¿ y si mi dolor era tan grande que ni el volcán podría consumirlo?, después de todo, ¿ya había ido antes a depositar en él mis penas hace unos años no?, ¿y si no resistía el volcán?.

Una noche antes empaque las cosas. Definitivamente era el final. Una a una tome las cosas que me acompañarían. Al tomar cada una de ellas con mis manos recordaba lo que significaban o lo que al menos para mi significaron. Por mas que quisiera (y la verdad es que no queria) no podía conservarlas, pues el sólo hecho de hacerlo me podría hacer caer de nuevo. Leí aquellas cartas que con cariño, dedicación y afecto fueron escritas, y pensaba para mis adentros en que si fueron escritas con la verdad o si fue una mentira todo este tiempo. Sinceramente no lo se, pues esas palabras fueron solo eso, palabras, y no más.

Tape aquellos recuerdos con el sobre, y para que nunca más fueran abiertos, los amarré con un lazo irrompible. Guarde todo en la chamarra y lo deje ahí para ir a dormir. A la mañana siguiente desperté temprano, pues mi idea era ir hasta el mismo crater, donde nunca había ido, y depositar ahí el más valioso de los recuerdos, para que se fundiera con el calor de la tierra, pues era obvio que por más que intentara, yo no podría destruirlo. Lo se porque varias veces lo intente y no pude.

Luego de unas horas y de un pequeño y corto viaje, mis pies volvieron a pisar la tierra de la meseta: Angahuan. Ignorando a los que buscan rentar sus caballos, y como un osado explorador, decidí ir caminando. Me di cuenta que mi condición física era extraordinaria, a pesar de que internamente estaba agonizando. Me tomó sólo 20 minutos el atravesar aquellos 3 kms de ceniza y bosque. Sin darme cuenta llegue hasta las ruinas, que como siempre, me recibieron.

Para mi aquél sitio es un lugar de paz. Hace 3 años, cuando pise ese sitio por primera vez, no sólo purificó mi alma, sino que incineró mi tormentoso pasado, dandome una nueva vida y el mejor año de mi corta existencia. Cuando recién llegué a Michoacán, fui al volcán, a modo de agradecimiento. Sin embargo, esta vez era distinto, pues volvía para ser renacido una vez más por el fuego del volcán. Era el "último" paso para destruir a ese israel que tantos problemas me había causado, pero al pensar en eso, también temía que aquél israel que alguna vez vi nacer, saliera del volcan y me consumiera por completo.

Ese israel era y es mucho más fuerte que este que todos conocen, cuando apareció, sentí que nada, absolutamente nada, ni siquiera ella, podría destruirlo; pero no fue así. Ella, sin siquiera saberlo, destruyó (o ahuyentó) a ese israel más fuerte, violento y oscuro. Esta vez no se si yo estaba buscando que renaciera, pero sabía que era una posibilidad.

Al llegar a las ruinas sentí una especie de paz que me envolvía de días atrás. Mi cuarpo seguía vagando sin alma mientras recorría ese remoto santuario del que sólo sobrevivió la torre y un pequeño altar. Escalé poco a poco hasta llegar a él, y me senté a contemplarlo en silencio. Luego de unos minutos tomé el sobre con los recuerdos. Era momento de depositarlos y ver si el colosal volcan tenía el poder para consumirlos y librarme de ellos y dejar en mi sólo esa marca que llevara conmigo, o por el contrario, rehusarlos y volverlos en mi contra.

Luego de recordar por ultima vez su contenido, lo lancé junto al Cristo que a pesar de los pesares, sigue en pie. Sentí como si estuviera viendo la sangre de la tierra, la lava, quemando aquellos recuerdos, fundiendo con la tierra aquellas cartas y sobretodo aquél corazón que ella me hizo prometer cuidaría hasta su retorno; sin embargo, ya no hacía falta, pues su retorno nunca sería real. Aún así, al dejar aquél brillante corazón, pense en separarlo, pero decidí que fuera consumido tal cual me lo dio: unido. Por todo lo que representó en mi, decidí que aquello que quemaba, debía terminar como inició, en uno solo.

Con los ojos algo humedos y la mirada hacia abajo y perdida, voltee a ver el volcán; debía ir y depositar el último recuerdo en el crater, ese que me unia a mi con ella, y no a ella conmigo. Encontre varias veredas y decidí seguir una, debia darme prisa, o de lo contrario no podría regresar. Sin embargo ocurrió algo de lo que más temía. Aquellos recuerdos eran tantos para el volcán que no podía depositar aquél recuerdo en su crater, pues de hacerlo, no sólo podría volverse contra mi, sino incluso destruir la esencia del volcán. Aún así, desesperado, seguí mi camino, pues yo tenía que depositar eso en el crater.

Sin darme cuenta sucedió lo peor, me perdí en el bosque. No supe que camino seguir ni hacia donde ir; unas montañas me bloqueaban la vista y el volcán dejó de estar a mi vista. No supe que hacer y caí de rodillas. El volcán se rehusaba a que yo siguiera. De pronto vi un anuncio que indicaba el hogar de un geólogo, mismo alq ue acudí para que me indicara el camino, pero encontre con que el sitio estaba abandonado y yo continuaba perdido. El tiempo corría y se hacía cada vez más tarde, y aquél agónico israel interno poco a poco fue consumiendo al físico, cansándome a sobremanera.

De pronto vi un camino y tuve que seguirlo. Mis pies no daban para más y tuve que andar por él, dándome cuenta que era el camino de regreso. Llegué a ver el volcán, y sentí una enorme pena, pues sentí que me veía recriminándome por el no ser tan fuerte como para depositar ese ultimo recuerdo en su cráter. Entonces decidí una ultima cosa. Retorné a las ruinas y entré directo a la torre que aún se conservaba completa, aquella que tenía aún en su cúpula la enorme cruz. Poco a poco entré y saqué ese anillo que guarde por tanto tiempo, por dos años, desde la primera vez que fui. Ese anillo que significaba la promesa de un futuro con ella vio la oscuridad de aquella torre.

Al entrar a la torre tomé el anillo, que si bien era sencillo, significaba mucho para mi, pero yo no podía conservarlo, pues hacerlo significaba guardar la esperanza de que podría volver. Lo tome con mis dedos y entré de lleno a la torre, dejando la chamarra en la entrada. Me senté justo en medio de aquella torre, un sitio donde bien pudimos terminar juntos, y pense en la hisoria del sr Camorlinga, que se casó con su esposa en una iglesia abandonada. Yo no pude hacer otra cosa mas que tomar el anillo y escribir en las cuatro paredes de la iglesia una frase: "aquí morí".

Luego de escribirlas simbólicamente, pues no se nota la escritura en las paredes, traté de romper con todas mis fuerzas el anillo, el cual noté o era sumamente fuerte, o era yo demasiado débil para hacerlo. Luego de un pequeño grito y la decisión completa, el aro del anillo de partió. Lo doblé hasta que formara un diminuto palo brillante con una piedra blanca en su tope. Recuerdo que parecía una diminuta rosa. Ese era el anillo de promesa que yo iba regalar, justo antes del de compromiso, ese que guarde desde hace dos años y tres meses. Me paré en el centro de la torre y moví varias piedras, aquella lava hecha roca.

Fue difícil, tan tan dificil soltarlo, en verdad sumamente difícil, mis dedos no querían dejarlo ir, pero una fuerza en mi recordó todos, todos esos momentos, buenos y malos. Y ahi, sin darme cuenta, vi todo lo que pasó. Mi ceño se frunció y los ojos se humedecieron como hace tiempo no se hacía, con una mezcla de sentimientos. Yo sentí como si estuviera en un funeral, presenciando el momento en que bajan el ataud, pero más precisamente recordé a los griegos, que en la hoguera depositaban los cuerpos de sus seres queridos y con dos monedas de oro en los ojos, para pagarle a Caronte, el barquero, se despedían del fallecido. Yo hacía algo similar...

Solté el anillo, que no chocó con nada, entró directo hasta no se donde, y después bloquee ese enorme hoyo con otra roca que antes fue lava. Salí de la torre con lágrimas en los ojos y un pesar enorme en mis espaldas, volteando hacia atrás, observando el sitio donde terminó todo, y pidiendo por que el volcán resistiera tanta pena y dolor de mi parte, tanto el anterior como el actual, pero pense que si algo o alguien podría resistirlo, ese era el Paricutín.

Emprendí mi camino hacia Angahuan, y los pies me pesaban mas y más. No me di cuenta que use todas mis fuerzas para esa ultima encomienda, y por poco no llego a tomar el camión. Esa había sido, quizá, la ultima batalla, pero como en esas guerras largas, no hay derrotados ni vencedores, sólo un enorme dolor y un hueco que no se llenará con nada, absolutamente nada...

Al dia siguiente curé mis pies debido a las heridas y el cansancio. Tomé esa pequeña veladora y en especial lo ultimo que conservaba de ella, otro regalo que segun debía conservar hasta su retorno: esa pequeña vela de los deseos. Yo no podía hacer otra cosa más que usarla, y así lo hice.

Tenía yo ahí a la virgen que cuida y protege a todos los que confían en ella, me consta la fe de muchas personas de la ribera hacia con ella. Llegué a la Basílica y entré, deposite la pequeña veladora en un diminuto altar y encendí la vela de los deseos con otra veladora, luego, con la vela de los deseos, encendí mi veladora, siempre con un sólo deseo en la mente: devuélvele la vista.

Encendí la veladora y permanecí ahí con la vela de los deseos en mi mano, aún encendida. Mientras estaba así rezaba y pedía por ella, por su salud, por que recuperara la vista, tanto física como espiritual, pues no sólo la física le fallaba. Creo que duré como 15 minutos, mientras veía la vela de los deseos extinguirse poco a poco, incluso soltando alguna que otra chispa, lo que me pareció raro. Duré ahí pidiendo, solicitando y rezando. Hasta el momento en que la vela expiró y soplé, pidiendo por ultima vez el deseo de que recuperara la vista.

Partí de ahí, dejando la veladora encendida, y a mi espalda se veía la Patrona de Pátzcuaro. Pensé en todos esos milagros que le adjudicaban y pense: yo se que lo hará, tarde o temprano, pero lo hará. Partí de ahí y me fui a la casa con la cabeza hundida. Aún tenía cosas que arreglar, pues el retorno, esta vez, era inminente. Ese israel no se exactamente e qué momento murió, lo que se es que ese israel que ella conoció, ya esta muerto...

jueves, 21 de febrero de 2008

Los ultimos días

Ultimamente las cosas han estado muy raras, incluso hasta para mi. Tenía pensado escribir grandes entradas describiendo todo, como mi diario de viaje, pero no. No tengo ganas ni animo, y aunque habría buena historia y fotos, para ser sinceros no tengo el animo de siempre. Así que hare lo posible.

Ruta Costeña
Yo iba ir con mis amigos al lago de Camécuaro, pero no resultó, y como mi jefe me habia invitado a irme con él en sus vacaciones, y mi mal estado de animo por lo de Anaid me hizo querer ir, la ruta era toda la costa michoacana. Originalmente serían dos días, que resultaron ser cuatro.

Aquel viernes llegue a caa de carlos y fui al cine para distraerme, llegue a su casa y a las 5 de la mañana salimos a la cental y a las 6 am salimos hacia Lazaro Cardenas. Yo dormí parte del camino, pero luego al despertar en Uruapan, ya no pude dormir, sólo pensar. Esos pensamientos que atormentan a uno era lo que nublaba mi mente, no podía pensar en otra cosa, me cuestionaba mucho el porqué de las cosas. Unos días antes platicando con Diana, ella me preguntó como me sentía, lo curioso es que no sentía nada, ni bueno ni malo. No sentia tristeza, ni asombro, ni dolor, pero tampoco cariño ni amor, más bien sentia descepción y un enorme vacío. Me sentía como un tipo zombie, y ahi fue donde descubrí en verdad lo que desde meses y casi un año antes sospechaba: ella era mi alma, pues al irse, se fueron todas mis emociones, buenas o malas. Lo malo es que yo sabía que no seria por siempre, y que en algún momento ese estado de "sin sentir" terminaría, y entonces ahí sentiría el peor de todos los dolores.

Todo eso lo pense en cuatro horas, hasta que bajamos en Lazaro Cárdenas. Recuerdo (muy a mi muy torpe manea) que cuando ibamos llegando y al ver palmeras y el mar por segunda vez en mi vida (la primera en realidad era an pequeño que no recuerdo), recorde la tonada de The OC. De Lazaro Cardenas partimos a Caleta de Campos, a donde llegamos tras hora y media. Llamamos a Esteban, un contacto de Carlos, y nos llevó a sus cabañas en Nexpa, a 5 kms de Caleta de Campos.

Llegamos y por fin pude ver el mar. Rentamos una cabaña y nos dispusimos a comer. Abrimos la botella de ron que yo llevaba y pedi un coco. Después de tanto no sentir, ceo que pude "sentir" un poco de paz. Luego eso desapareció y senti una fea opresión en el pecho, justo cuando el sol se ponía mientras todos observabamos callados, como si fuese un espectáculo queno ocuriera todos los días.

Al pasar las horas y la noche, el ron fue acabandose. Esteban nos contó cosas muy personales mientras todos ya estabamos algo ebrios. Encendimos una fogata y carlos y yo conversabamos sobre muchas cosas. Recuerdo habr visto un cielo tan estrellado y una inmensa luna que me recordó a Anaid, recuerdo haber pensado que ella, como muchas noches, estaba viéndola justo como yo (igual que con el eclipse de anoche).

Fuimos a dormir y a la mañana las olas me despertaron. Sali de la cabaña hacia el balcón y lo primero que vi fue el inmenso y azul océano. Recuerdo haber pensado que si yo nadara todo hacia delante, no habría nada con que topar hasta el Polo Sur. Almorzamos y partimos hacia Maruata, en donde legamos tras dos horas y media. Debo decir que las distancias eran muy cortas, pero atravesabamos por acatilados y barrancos, todo eso en camiones muy viejos.

Al llegar a Maruata vimos la más hermosa playa, casi virgen. No hoteles, no comercios, y muy pocas personas. Yo recuerdo querer meterme de inmediato al agua, y carlos querer su bronceado. Comimos langosta y el tipo nos queria vender más cara la langosta. Carlos dijo que nos vio cara de gringos, yo le dije que a mi me vio cara de italiano, sobretodo por mi respingado perfil.

Luego de un rato, una mesera muy muy fea llegó con la orden y le hizo ojitos a carlos. Yo le dije que aprovechara y asi podrían darnos algo gratis, él se negó. Lo más risible fue cuando su compañera llegó y no sólo le coqueteo con ojos a carlos, sino cuando mi ex jefe le pregunto que si ahi era muy tranquilo, ella respondio con un tono sensual "aqui todooo es placer". Reimos y comimos.

La noche cayó en Maruata. Carlos buscando cómo comunicarse con l exterior, pues no habia telefonos publicos ni señal celular, aunque igual si hubiera, yo no traia pila. El unico cybercafe estaba lleno por costeñitos de 13 años que chaeaban sin cesár. Yo recuerdo estar tomando una cerveza y viendo la inmensidad del mar durante el atardecer. En realidad es hipnotizante.

Conforme fue cayendo la noche carlos llegó y tomamos una hamaca. Nos acostamos y conversabamos. Luego fuimos a que cenara y fue donde las cosas ya no se pusieron tan divertidas. El pueblo se volvio fantasma, un solo foco alumbraba el enorme techo de palma que cubría cerca de 50 metros. A lo lejos escuchabamos las olas golpeando con fuerza, volteando hacia atras unos pequeños niños jugando y gritando, y todas las mesas solas. Carlos y yo nos vimos y concordamos en que era hora de partir a dormir.

Debían ser las 9 de la noche al llegar a la cama. En el cuarto no habia manera de cerrarlo por dentro, así que tapamos la puerta con algunas sillas y cosas que había dentro. Dijimos que al día siguiente regresaríamos a Nexpa; sin embargo, el aburrimiento y la desesperación llevo a carlos a decirme " si vamos a Manzanillo y de ahi a Guadalajara??". Después de casi una hora de analizar la decisión, quedó marcado el camino. Yo debía regresar ese lunes, pero de todas formas iba con mi jefe, así que partí hacia Colima.

Despertamos o mas bien nos despertó el gallo, salimos aún a oscuras y esperamos el camión. A nuestro alrededor había puros jovenes con uniforme que iban a la secundaria, además de ellos solo estabamos nosotros, dos locos en shorts, con chanclas y playeras y mochilas al hombro. Los dos enseñando pierna y tapandonos los brazos por el frio. Carlos me dijo que con ese cabello que me cargaba pareciamos hippies.

La verdad es que tenía razon, pues luego de tomar el camion, al pararnos los retenes militares, sólo a nosotros nos inspeccionaban. En uno, con cierto grado de "violencia". Luego de casi 3 horas desde Maruata, llegamos a Tecoman, ya dentro del estado de Colima. Bajamos del camon, fuimos al baño y abordamos al camion hacia Manzanillo. Llegamos en 45 minutos y entonces si fui al bañ a peinarme, cepillarme los dientes, lavarme la cara y todas esas cosas.

Deahi fuimos al centro, a una playa que segun era la mejor, pero resulto ser un fiasco y fuimos hacia la playa La Audiencia, ya en Manzanillo. Sin duda fue la mejor playa de todas. El agua estaba riquisima y la vista era la mejor de todas. Defintivamente, tras viajar por toooda la costa michoacana y la de Colima, la mejor playa fue Manzanillo. Le dije a carlos la loquera que estabamos haciendo, pues esa misma tarde debiamos partir a Guadalajara y que habiamos viajado a Manzanillo solamente para que él se bronceara. Él me respondio, tu callate y disfruta.

Me metí al agua, que estaba riquisima y tome unas buenas fotos. Compre unos camarones riquisimos que la carta decía "camarones a la israel" y nos bañamos en una regadera publica, pedimos taxi y tras 5 horas de permanecer en Manzanillo, partimos a la central paa ir a guadalajara.

Llegamos ahi a la noche. Carlos habia contactado a una chava, prima de un amigo suyo. A la chava solo la habia visto una sola vez, y él estaba borracho, pero aún asi decidimos ir. Ya contactada fue a recogernos a unos metros d donde entrenan los rojinegros del Atlas. Yo lo que queria era darme un baño y ver el estadio Jalisco para escupirle.

La chava, cecy, llego a recogernos y fuimos a su casa. Debo decir que no es para nada la tapatia de los cuentos y las historias. Ella tiene lentes, una papada sobre papada, un muy notable sobrepeso, lentes, y el cabello casi identico al mio, sólo que yo llevaba dias bañandome con agua salada y sin shampoo. Aun así se porto muy chido, aunque con su voz nos arullaba.

Dormimos en la sala, aunque para ser sincero, casi no consilie el sueño, pues carlos me conto sobre amenazas a gente del periodico, desde los dueños hasta reporteros, hablamos unpoco de eso, incluyendo la amenaza que me habian hecho hace varios meses y caimos dormidos.

A la mañana siguiente despertamos, nos bañamos y salimos con cecy, de quien nos despedimos en el camion rumbo al centro de Guadalajara. Dimos una vuelta y ya con mi pantalon de mezclilla y mis tenis, vimos la catedral y varios lugares. Llegamos a un Vips para almorzar y desprecie los coqueteos de la hostess, la verdad no traia animos de ningun tipo. Comimos y partimos, pero como y fui al baño carlos olvido mis lentes. Me regrese por ellos y la hostess me los devolvio, no era la belleza andado pero admito que tenía linda sonrisa en sus coqueteos.

Tomamos el camión y recogimos una papelería que carlos ocupaba. Partimos rumbo a la cental y tomamos el camion a Morelia a la 1:30, hicimos poco mas de 3 horas de viaje y no dormí, a pesar de lo cansado que estabamos. No podia pensa nada en el viaje mas que en Anaid, todo era ella, veia para afuera y aun en un sitio semidesertico la veía, pasamos por el Cuitzeo y la veía, la ciudad y la veia.

Por mas que trataba no podía dejarla de pensar. Llegamos a morelia y de ahi me fui a patzuaro. Ocupaba hablar a monterrey, pues me habia ausentado por 4 dias, mismos en los que luego de mi llegada me dijeron que como cinco personas (adrian, beto, lolita, angelica y mi mama) me mandaron mensajes que hasta ahora espero habeeeer si me llegan. Conecte mi cel hasta el miercoles por la mañana y salí a hacer unos pendientes. Yo debía descansar, pues al dia siguente, jueves, debía hacer algo que necesitaba... ir al volcán.

jueves, 14 de febrero de 2008

Hoy tenía lindos planes, pero no, otro 14 de febrero solo.....ja, qué sorpresa

La historia de Teobert Maler

Hace un año la escribí, por las fechas del "amor y la amistad". Aqui la transcribo como esta escrita en la entrada de hace un año:

Maler era en ese entonces un hombre se 63 años que sufría los tormentos del amor. Había estado enamorado de una muchacha de Tenosique durante su más reciente estancia en el río Usumacinta. Le regalaba flores y joyas y la visitaba todas las tardes en casa de sus padres, a quienes ayudaba con sus ahorros para que pudieran vivir con más decoro. Con ellos hizo los arreglos para el matrimonio, pero luego todo salió mal. "El día anterior a la boda", escribió un amigo, "la muchacha se fugó con un joven mexicano y Maler enloqueció con la noticia. Luego salió del pueblo sin que nadie lo supiera".

El capitán Maler jamás pudo olvidar el recuerdo de su humillación en Tenosique, pues lo vinculaba con un fracaso más esencial: el que marcó su relación con las mujeres a lo largo de su vida. "La estrella del amor faltó en mi cielo", lamentaba con frecuencia. ¿Es verdad? Un retrato lo muestra por esos años vestido de levita cruzada y camisa de cuello almidonado, con el cabello corto y canoso y con el bigote y la barba de mosquetero. Sus rasgos son enérgicos: la frente amplia, la nariz curva y fuerte, pero una sombra de tristeza le nubla la mirada, que parece frágil. Maler, en esta foto, mira fuera de la imagen, hacia algo que le provoca un abatimiento muy grande. Al ver esa mirada llena de dolor recordé una frase que es bella y verdadera y que lo debió de consolar, escrita por un poeta de la tierra que le brindó cobijo: "El amor es una prueba que a todos, a los felices y a los desgraciados, nos ennoblece" (Octavio Paz).

En el verano de 1864, Teobert Maler bebía cerveza en un bar de Londres cuando supo que el emperador Maximiliano acababa de desembarcar en México. Leyó con avidez los detalles en las páginas del Daily Telegraph. Más tarde deambuló como iluminado por las calles y los parques de la ciudad: acababa de tomar una decisión que cambiaría el curso de su vida para siempre. Al regresar a Viena comunicó su plan a sus amigos, regaló todas sus pertenencias y se incorporó como cadete a la 1ª Compañía de Pioneros del Ejército Imperial Mexicano, formada en Liubliana bajo las órdenes del Conde de Thun. Zarpó de Trieste junto con mil 200 hombres en el vapor Bolivian rumbo a Veracrz, en cuyas playas desembarcó en enero de 1865. Caminó después varias jornadas hasta Puebla, donde las mujeres salieron a las calles para aclamar a las tropas del Imperio. Le pareció la ciudad más bella del mundo. Tenía 23 años.

Maler obtuvo una medalla de plata por su valor en los combates que libró con el Cuerpo de Voluntarios. Alcanzó también el grado de capitán. Pero no pudo evitar la caída del Imperio. El capitán Maler permaneció en México luego de la caída del Imperio. Los gritos de la guerra resonaban aún en sus oídos: ¡Viva la libertad! ¡Abajo Maximiliano! ¡Muerte a los austriacos, carajo! Durante más de 10 años recorrió el país, asedido por rebeldes y bandidos, para fotografiar sus ciudades y paisajes, y después también sus ruinas. En julio de 1877 pasó seis días en uno de los aposetos del Palacio de Palenque, donde fue perfectamente feliz. Hechizado por los templos que descubrió- y yo creo que sobre todo por la selva- decidió consagrar el resto de su vida al estudio de los mayas.

Faltaba nada más una cosa: los recursos. Maler tuvo que regresar a Europa para reclamar la herencia de su padre- "un hombre sombrío, receloso y avaro"-, que acababa de morir en un palacio muy obscuro de Venecia. En ese viaje visitó Baden-Baden, Viena y París. Con la fortuna de su padre, Maler pudo montar un taller de fotografía en Ticul, al sur de Yucatán. Muy pronto aprendió maya (hablaba también italiano, español, inglés, alemán y francés) y empezó a recorrer las ruinas del interior de la Península. Dormía en hamaca, a la intemperie, y solía comer y beber lo mismo que su gente, que lo estimaba, a pesar de su temperamento de austriaco solitario y excéntrico. Su salud estaba devastada por las fiebres y las privaciones, pero algo muy poderoso lo movía, una fuerza misteriosa le permitía soportar la terrible prueba de la selva. "El señor Maler regresó a Mérida con la cara de un fantasma", escribió por esos años un testigo, "y se está llenando de quinina y arsénico con la esperanza de poder hacer otro viaje la temporada que viene".

En agosto de 1895, Maler descubrió las ruinas de Piedras Negras, en la ribera del Usumacinta. Ese descubrimiento, el más importante que realizó, fue también un parteaguas en su vida. A partir de entonces dedicó su tiempo y su entusiasmo a explorar aquel río, que llegó a conocer mejor que ningún hombre. El Museo Peabody de Harvard acodó sufragar todos los gastos de sus expediciones, a cambio de publicar en sus memorias el resultado de sus descubrimientos. Maler llevaba aparatos de fotografía cargados a lomo de mula, en cajas envueltas con lonas humedecidas en aceite para resguardarlas de la lluvia. Viajaba con cámaras de gran formato, trípodes de madera, lámparas de magnesio, placas de vidrio, sales de platino, en din, charolas, pomos, frascos y botellas. Sus fotos tienen una belleza austera y sombría que revela también una parte de su personalidad.La soledad lo volvió intolerante, suspicaz y misántropo. "Durante todos mis viajes por las traicioneras aguas del Usumacinta", escribió una vez, me parece con razón, "estuve siempre poderosamente impresionado por el extraordinario contraste entre la prodigiosa belleza de la naturaleza y la extrema degradación de los restos de humanidad que subsisten ahí".

Teobert Maler es uno de los personajes que más me cautivaron entre los que conocí- vivos y muertos- durante mi viaje por la selva. Me conmovió su personalidad. Valiente, honorable, austero, generoso, testarudo, desconfiado, romántico, melancólico, solitario, misántropo, bondadoso y frágil. Las personas que lo trataron lo recordaron siempre con admiración y afecto. "Su carácter era retraído pero cortés y hasta un poco ceremonioso. Recibía a sus amigos con humilde modestia y no era avaro en sus conocimientos". Y también: "Era un caballero, un investigador devoto y un amigo particularmente bueno".Maler había nacido en una de las habitaciónes del Palazzo Rospiglioso, en Roma, donde su padre era chargé d' affaires del Gran Duque de Baden ante la Santa Sede. Pasó sus últimos años en un cuarto de servicio que tenía la casa del señor Gerardo Manzanilla, en Mérida. Para obtener un poco de dinero, que despreciaba, malbarató sus fotografías y su colección de antigüedades.

Nunca tuvo aires de superioridad. Iba todos los días a una cantina de la esquina de la Calle 59 a tomar cerveza, que bebía, dice un amigo, "con parsimonia y deleite". Veía la gente pasar y conversar, y platicaba con los comensales. Era fiel a la memoria de Maximiliano, pero reprimía su devoción para no contrariar a sus amistades en Mérida. Hacia mediodía sacaba de su bolsillo una lata de salchichas, que abría con lentitud para disfrutarlas, una por una, en la punta de su tenedor. Recordaba con agrado sus años de trabajo en la selva. "El hombre", decía, "mira con hastío y disgusto los lugares donde ha perdido su tiempo en placeres dudosos, pero reserva un afectuoso recuerdo al lugar donde ha trabajado y sufrido". Fue siempre un hombre fuerte y vigoroso, que trabajó en la selva hastauna edad muy avanzada, bajo condiciones terribles, pero con los años empezó a sufrir afecciones en el estómago que le terminaron por doblegar la salud de hierro. No tenía dinero. A veces pasaba días enteros sin comer otra cosa que no fueran los mangos que crecían en el jardín.

Murió el 22 de noviembre de 1917 en su cama de latón, cuidado por el propio don Gerardo. Sobre su tumba, en el Cementerio General de Mérida, quedó grabada esta inscripción: Los restos mortales de Teobert Maler descansan en la tierra del país de los faisanes y los ciervos.

miércoles, 6 de febrero de 2008

Sonrie

Hoy hace diez años murió un símbolo de mi ciudad, comparado solamente con el Cerro de la Silla. El payaso Pipo fue algo que en Monterrey detuvo a la ciudad en su funeral. Todos o la mayoría de los regios asistieron. Ahora que he crecido, recuerdo cosas de Pipo, pero además de las aventuritas, recuerdo su canción, su himno. "Sonrie" es desde siempre una canción que me transporta a mi niñez, y que sin lugar a dudas siempre me ha gustado. Hoy, curiosamente a diez años de su muerte, esa cancion me da el "apoyo" que taaaanto necesito y que nadie me ha podido dar.

P.D. Quiero un abrazo de mi mamaaaa.