sábado, 10 de octubre de 2015

Bruno

De chico siempre tuve el deseo de una mascota, aunque no fue sino hasta la secundaria o prepa que los cachorros llegaron. Un par de french poodle que aún viven llegaron a casa, aunque yo siempre desee un perro de raza grande; uno que al pasear levantara miradas de sorpresa, y galantería.

Ese perro no llegó sino hasta hace poco más de un año con Lucas, un husky de dos años que parecía lobo y que permaneció un mes con nosotros a modo de "prueba". La verdad es que esta raza es preciosa, pero al mismo tiempo requiere muchos cuidados. Optamos por devolver a Lucas pues bebé Santi estaba por llegar.

Sin embargo el deseo de un husky permaneció, hasta enero pasado. Por azares del destino un cachorrito llegó a casa. Su dueño lo llamaba "Music", pero al llegar a casa se nombró Koda, aunque el que imperó como nombre fue Bruno.

Su crianza es divertida, es muy juguetón y cariñoso. Como lo dicta su raza, es muy bueno con los niños, sobre todo si crece con ellos.

Fue entonces que dije "el líder de la manada soy yo" y opté por comenzar un entrenamiento con Bruno, del cual no sólo aprendió él, sino todos en casa, pero sobre todo yo. Gracias a unos tutoriales en internet del super recomendadísimo "Alex Seiya", fui conociendo más a Bruno, su comportamiento, su raza y la manera de educarlo sin golpes y sin correas.

Su naturaleza es ser terco, pero nada que con amor no pudiera lograrse. Sin embargo, al igual que con Lucas, el poco tiempo, las responsabilidades adultas, y el costo de su mantenimiento (salió delicado el muchacho) hicieron que poco a poco fuera más difícil prestarle atención. Los paseos fueron cada vez menos frecuentes, y optamos por una decisión que beneficiara a todos: darlo en adopción.

El verlo alegre hizo que se nos partiera el corazón, pero al ver los gastos pensamos que Bruno no merecía esa vida, merecía algo mucho mejor. Diosito puso en nuestro camino una persona que tiene una tienda en la cual entre sus productos venden croquetas y carne, por lo que no dudó ni un minuto en llevarse a Bruno.

Hoy el pequeño cachorro huargo ya no está con nosotros. Se mudó a Torreón. Pero lo que más me tranquiliza es que al momento de irse se fue feliz porque alguien lo sacó a pasear, algo que yo ya no hacía. Esa persona no dudó en comprar una jaulita de mil pesos para el viaje y sólo usarla una vez, cuando yo no podía a veces ni gastar la mitad de eso en veterinario.

Me dicen que Bruno es feliz allá; lo pasean tres veces al día, come cuanto quiere y en el rancho corre todo lo que desee. Tal vez en algún momento nos recuerde, rememore su vida anterior y tal vez con nostalgia viaje a su mente una familia que aunque no pudo brindarle mucho, en cuanto amor se le quiso bastante.

Hoy me llena de nostalgia porque al querer enviar un video de lo aprendido por Bruno en escasos meses a Alex Seiya, me voy enterando que falleció. Una noticia lamentable, pues era un chavo que adoraba a los animales y buscaba promover el educarlos, no entrenarlos, mediante métodos en los que no se les golpeara jamás, ni por grande que fuera la travesura. Es aprender que son a pesar de todo animales, y como tales no razonan como nosotros, pero sienten como nosotros.

Por eso es que quizá Bruno jamás comprenda el porqué de su partida, pero sí la tristeza o nostalgia de irse. Sea como fuere, espero algún día volver a ver al pequeño gran cachorro huargo, correr de nuevo con él y quizá con suerte volver a decir "Bruno, hola" y sentir su pata en la palma de la mano.