Hace unos meses un ciclo en mi vida culminó. Uno que a pesar de creer yo que terminaría enseñandome todo lo que necesitaba, me equivoqué, pues no es así, sino que culminó una especie de entrenamiento, de prueba para lo que se avecinaba y para lo que se avecina. Ese entrenamiento me dejó satisfecho y con la plena confianza de que soy capaz de todo, absolutamente todo.
El pasado mes de junio terminó la serie Smallville, esa de la que tanto he escrito en este blog y de la cual, creo, es la última vez que escribiré hoy aquí. Esa serie me acompañó desde su inicio hace 10 años, y gran parte de su éxito fue el mostrar personajes con conflictos quizá increíbles pero aterrizando algunas situaciones elementales en las vidas cotidianas de todos aquellos que van formandose en lo que quieren ser.
Yo, al igual que el joven Clark Kent antes de ser Superman, tuve mis dudas como persona, si era capaz de lograr grandes hazañas, de poder ayudar a las personas desde mi trinchera, de poder soportar penas y salir avante de ellas, de enfrentarme al mal interior y no sucumbir a él, sino incluso aprender de él y lidiar con el resto del mundo sin lastimarlo.
De cierta forma, Clark y yo crecimos a la par. En infinidad de ocasiones cierta situación que yo estaba pasando se encontraba en la trama de la historia semanas o meses adelante, en otras era Clark quien lo "vivía" antes que yo. A veces uno se identifica tanto que es imposible no sentir miedo.
Yo también me sentí diferente y aislado de los demás; yo también tuve grandes aliados en mis inicios, justo cuando los necesitaba; yo también tuve ese gran primer amor del cual ya no está conmigo, pero que me hizo sufrir y aprender tanto, y que hoy volteo a verlo como un lindo recuerdo; yo también sufrí perdidas y tuve que aislarme para no sentirme lastimado, anteponiendo mi orgullo a mi bienestar; yo también comencé a crecer profesionalmente y a pulir mis capacidades; yo también estuve a punto (si no es que lo hice) de volverme un ser malvado tras sufrir la agonía de mi bondad, para luego derrotar ese lado oscuro en mi; yo también me recuperé y volví a ver el brillo del sol; yo también me volví a enamorar con más intensidad que nunca; y yo también decidí casarme con la mujer que amo. También, al igual que Clark, conozco mi destino y a lo que he venido a este mundo: a volverlo un lugar mejor.
Al igual que Clark he atravesado muchas pruebas, todas las he superado, con menos o mayor dificultad, pero es la confianza y la experiencia ganada en todas esas historias las que me hacen fuerte. El día de mi boda vi un clip del último capítulo, en donde Clark observa momentos de los ultimos 10 años.
Mientras él veía esas memorias, yo observaba todas esas que atravesé junto con él. Mi escape a Morelia con amigos; el final de la escuela; la partida a Michoacán en busca del gran amor; la experiencia profesional; las personas que conocí en La Voz y a quienes ayudé con mi trabajo periodístico; la independencia de vivir sólo y la soledad; el retorno tras el fracaso amoroso; la maldad en mi para ser alguien fuerte; la conquista de nuevos amigos; la dominación de mi ira; el fortalecimiento profesional; la sepultura del "Gran Adversario"; la llegada del gran verdadero amor.
Al ver esas imágenes, tanto Clark como yo vimos justamente lo que somos: un hombre que ha atravesado una larga senda, y que sin embargo apenas inicia el camino, pero que con nuestras bases bien cimentadas, tenemos en nuestras manos el hacer un mundo mejor. Él desde la vida imaginaria, y yo con mi profesión, con mi nueva familia y el hijo que en unos meses cargaré, y con él, la promesa de que juntos cambiaremos el mundo desde lo que nos toca hacer.
Total, ¿quién dice que no atravesé esas y muchas más enseñanzas que seguiré aprendiendo para poder formar al gran líder del futuro, ese que romperá la opresión y la desigualdad para traer justicia?
Definitivamente, toda historia y todo gran héroe tiene un comienzo.
El pasado mes de junio terminó la serie Smallville, esa de la que tanto he escrito en este blog y de la cual, creo, es la última vez que escribiré hoy aquí. Esa serie me acompañó desde su inicio hace 10 años, y gran parte de su éxito fue el mostrar personajes con conflictos quizá increíbles pero aterrizando algunas situaciones elementales en las vidas cotidianas de todos aquellos que van formandose en lo que quieren ser.
Yo, al igual que el joven Clark Kent antes de ser Superman, tuve mis dudas como persona, si era capaz de lograr grandes hazañas, de poder ayudar a las personas desde mi trinchera, de poder soportar penas y salir avante de ellas, de enfrentarme al mal interior y no sucumbir a él, sino incluso aprender de él y lidiar con el resto del mundo sin lastimarlo.
De cierta forma, Clark y yo crecimos a la par. En infinidad de ocasiones cierta situación que yo estaba pasando se encontraba en la trama de la historia semanas o meses adelante, en otras era Clark quien lo "vivía" antes que yo. A veces uno se identifica tanto que es imposible no sentir miedo.
Yo también me sentí diferente y aislado de los demás; yo también tuve grandes aliados en mis inicios, justo cuando los necesitaba; yo también tuve ese gran primer amor del cual ya no está conmigo, pero que me hizo sufrir y aprender tanto, y que hoy volteo a verlo como un lindo recuerdo; yo también sufrí perdidas y tuve que aislarme para no sentirme lastimado, anteponiendo mi orgullo a mi bienestar; yo también comencé a crecer profesionalmente y a pulir mis capacidades; yo también estuve a punto (si no es que lo hice) de volverme un ser malvado tras sufrir la agonía de mi bondad, para luego derrotar ese lado oscuro en mi; yo también me recuperé y volví a ver el brillo del sol; yo también me volví a enamorar con más intensidad que nunca; y yo también decidí casarme con la mujer que amo. También, al igual que Clark, conozco mi destino y a lo que he venido a este mundo: a volverlo un lugar mejor.
Al igual que Clark he atravesado muchas pruebas, todas las he superado, con menos o mayor dificultad, pero es la confianza y la experiencia ganada en todas esas historias las que me hacen fuerte. El día de mi boda vi un clip del último capítulo, en donde Clark observa momentos de los ultimos 10 años.
Mientras él veía esas memorias, yo observaba todas esas que atravesé junto con él. Mi escape a Morelia con amigos; el final de la escuela; la partida a Michoacán en busca del gran amor; la experiencia profesional; las personas que conocí en La Voz y a quienes ayudé con mi trabajo periodístico; la independencia de vivir sólo y la soledad; el retorno tras el fracaso amoroso; la maldad en mi para ser alguien fuerte; la conquista de nuevos amigos; la dominación de mi ira; el fortalecimiento profesional; la sepultura del "Gran Adversario"; la llegada del gran verdadero amor.
Al ver esas imágenes, tanto Clark como yo vimos justamente lo que somos: un hombre que ha atravesado una larga senda, y que sin embargo apenas inicia el camino, pero que con nuestras bases bien cimentadas, tenemos en nuestras manos el hacer un mundo mejor. Él desde la vida imaginaria, y yo con mi profesión, con mi nueva familia y el hijo que en unos meses cargaré, y con él, la promesa de que juntos cambiaremos el mundo desde lo que nos toca hacer.
Total, ¿quién dice que no atravesé esas y muchas más enseñanzas que seguiré aprendiendo para poder formar al gran líder del futuro, ese que romperá la opresión y la desigualdad para traer justicia?
Definitivamente, toda historia y todo gran héroe tiene un comienzo.