No hay fecha que no se llegue, ni plazo que no se cumpla. Hoy cumplo los 30 años. Tres décadas se dicen fácil, pero no lo son. Ciertamente esto es algo que puede ser motivo de festejo, de reflexión e incluso para soltarse a hacer burlas, pero lo cierto es que yo englobo estas cosas en una sola.
Llegar a los 30 años es algo muy curioso. Cada década tiene lo suyo, la primera de la niñez; la segunda del crecimiento y aprendizaje; la tercera de maduración y la cuarta era, la del tercer piso, la de los 30, es cuando aplicas todo lo aprendido.
Aún así al pensarlo bien no me entristece llegar a 30. Tengo amigos solteros y eso no los acongoja; yo en cambio a mis 30 estoy casado con una mujer realmente increible a quien amo con todo mi ser; un hijo increíble de 2 años que consigue con tan sólo una mirada que todos los problemas se desvanezcan y recargue pilas; y además un nuevo retoñito que viene en camino y que nos llena de ilusión.
Cuando mis hijos lleguen a una graduación de Universidad yo estaré rondando el medio siglo, se escucha feo, pero la realidad es que no está nada mal.
En estas décadas de vida puedo decir que las he disfrutado enormemente. Dios ha sido muy bueno conmigo. Tiempos buenos y tiempos malos todos hemos tenido y seguiremos teniendo; por eso lo importante es aprender de ellos y valorarlos. Saber sacarle lo más posible a la vida.
Estar aquí y ahora se resume en un momento para mi mágico: llego del trabajo al estar todo el día en un tiradero de basura, y de pronto la sala en penumbra; una diminuta luz es la que ilumina aquella habitación, haciendo que los amarillos y los rojo de la sala luzcan con un tono aún más vivo. Un signo de interrogación se posa justo debajo de esa pequeña vela encima de un pastel. Volteo por instinto y por curiosidad buscando a mi familia y ahi está ella, la mujer más hermosa que mis ojos hayan visto, con una sonrisa de la cual es dificil no enamorarse.
Por instinto e inercia mi boca dibuja una gran sonrisa, que a su vez desencadena en ella que levante un poco sus brazos para darme uno de esos mágicos abrazos que lo curan todo. La vela brilla inmensamente en esos ojos café como aquél primer día en que estaba vestida con traje quirúrgico. Es imposible no correr a abrazarla, no tratar de fundirme en ese abrazo con "mi otra parte".
Mi hijo no está. Los abuelos lo cuidan para que no ande tan loco como es él, pero es justo para que mi amada esposa me agasaje con obsequios salidos de quien sabe donde, pero que como ni en mi niñez me hacen preguntarme qué serán. Le da en el clavo. Me conoce como nadie y sabe quien soy y lo que soy.
Pasar el resto de mi vida con mi esposa, mis hijos, familia y trabajo realmente es el mejor regalo que Dios pudo darme al llegar a 30, y es por eso que la vista desde el Tercer Piso se ve tan, pero tan increíble.
Si algo quiero enseñarle a mi hijo y al pequeño que viene en camino, es algo que aprendí yo en el trayecto de estos 30 años, sin canción pero con vivencia.
No hay comentarios:
Publicar un comentario