lunes, 19 de febrero de 2007

Y caí en la realidad...

Hoy fue mi día de descanso, y como tal, después de desvelarme casi una semana entera hasta las dos de la mañana, mi cuerpo me pidio dormir un poco más. Cuando me desperte a mediodía, todavía me di tiempo que llevar tranquilo el ritmo, lujo que pocos pueden darse en lunes, "inicio de semana". Como siempre, me dirigí a Morelia, la Vieja Valladolid, y como pocos, en verdad mucho muy pocos días (el primero en realidad) desde que llegue a estas fértiles tierras, me di cuenta de mi vida justo en este momento de la misma.

Lo que veía, no era la clínica 33 del IMSS, ni Constitución y Feliz U. Gómez con su tráfico o sus rutas 93, 83, 81, 1, u otros camiones de gran capacidad en donde hasta los que van parados van cómodos. Lo que veía, era el teatro del IMSS, la avenida Madero, con sus monumentos históricos en cantera, y sus combis, aquellas rojas COM-MEX, la Morada 2, y las Naranja 1 Xangari, que evaden el centro histórico de Morelia para no maltratarlo; con esos pasajeros que incluso los que van sentados van apretados por el pequeño vehículo que los transporta.

Por un momento, me sentí atrapado por ese sentimiento de incredulidad, de saber que ahí estaba viviendo, después de 2 años de aquél primer viaje. Me dí cuenta que caminaba solo, sin amigos, ni compañeros de la escuela, ni colegas de profesión o una pareja. Que llevo una vida un poco solitaria, y aun así soy algo feliz, debo admitir que no del todo. Me encargo de mi mismo, y en caso de problemas, los resuelvo yo. Por la av. Madero iba casi total y completamente sólo. Y utilizo el "casi" porque quien me acompañaba eran los recuerdos de ese viaje, y aquellos que mis padres me cuentan cuando visitabamos Morelia, pero sobretodo, un enorme sentimiento de felicidad. Mis pies, cansados de viajar decidieron quedarse en la primer tierra que habían encontrado, y decidieron hacer un viaje sin final, en donde hasta el día de hoy, continúo viajando por el mejor camino que ningún otro que he conocido.

Hace unos días, platicaba con una de las personas más importantes de mi vida actual y pasada, sobre el destino, si éste ya estaba escrito o si uno lo va escribiendo. Yo recuerdo haber dicho, como siempre, que la mitad la escribe uno y la otra la escribe el destino. Yo, al elegir un camino, hay 2 o 3 opciones ya trazadas, y a su vez, elegir de entre esas 3, que a su vez me dará otras opciones más. Pareciera que la vida inicia como un árbol, y que conforme uno crece las ramas van formando ramas más pequeñas, pero sólo una es la rama que tiene la hoja más alta. Sin embargo, hoy llegue a pensar en que el destino ya está escrito. El primer viaje que realice en mi vida, fue a Morelia y a Pátzcuaro, yo tenía escasos 7 meses. Me enfermé y me llevaron de urgencia a la clínica del IMSS, casualmente, la que estaba del otro lado de la Av. Madero, al lado del teatro. Mi mamá me cuenta que de pequeño, cuando me preguntaban a donde viaje, respondía, aún sin poder hablar bien, "Papayo" y a una isla, "Tanisho". Hoy, vivo en donde hice mi primer viaje, justo en Pátzcuaro, y he visitado esa isla, Janitzio. ¿ Coincidencia o destino ?

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