viernes, 29 de febrero de 2008

Los ultimos dias II

Luego de llegar de la costa no hice otra cosa más que descansar y arreglar algunos detalles en La Voz, pero antes tenía que ir a un sitio emblemático para mi: El Paricutín. Ese que según los científicos es el volcán más joven del planeta, y que por lo menos en mi, tiene un efecto muy curioso, pues sana todas mis heridas. Sin embargo, un temor muy grande viajaba conmigo, ¿ y si mi dolor era tan grande que ni el volcán podría consumirlo?, después de todo, ¿ya había ido antes a depositar en él mis penas hace unos años no?, ¿y si no resistía el volcán?.

Una noche antes empaque las cosas. Definitivamente era el final. Una a una tome las cosas que me acompañarían. Al tomar cada una de ellas con mis manos recordaba lo que significaban o lo que al menos para mi significaron. Por mas que quisiera (y la verdad es que no queria) no podía conservarlas, pues el sólo hecho de hacerlo me podría hacer caer de nuevo. Leí aquellas cartas que con cariño, dedicación y afecto fueron escritas, y pensaba para mis adentros en que si fueron escritas con la verdad o si fue una mentira todo este tiempo. Sinceramente no lo se, pues esas palabras fueron solo eso, palabras, y no más.

Tape aquellos recuerdos con el sobre, y para que nunca más fueran abiertos, los amarré con un lazo irrompible. Guarde todo en la chamarra y lo deje ahí para ir a dormir. A la mañana siguiente desperté temprano, pues mi idea era ir hasta el mismo crater, donde nunca había ido, y depositar ahí el más valioso de los recuerdos, para que se fundiera con el calor de la tierra, pues era obvio que por más que intentara, yo no podría destruirlo. Lo se porque varias veces lo intente y no pude.

Luego de unas horas y de un pequeño y corto viaje, mis pies volvieron a pisar la tierra de la meseta: Angahuan. Ignorando a los que buscan rentar sus caballos, y como un osado explorador, decidí ir caminando. Me di cuenta que mi condición física era extraordinaria, a pesar de que internamente estaba agonizando. Me tomó sólo 20 minutos el atravesar aquellos 3 kms de ceniza y bosque. Sin darme cuenta llegue hasta las ruinas, que como siempre, me recibieron.

Para mi aquél sitio es un lugar de paz. Hace 3 años, cuando pise ese sitio por primera vez, no sólo purificó mi alma, sino que incineró mi tormentoso pasado, dandome una nueva vida y el mejor año de mi corta existencia. Cuando recién llegué a Michoacán, fui al volcán, a modo de agradecimiento. Sin embargo, esta vez era distinto, pues volvía para ser renacido una vez más por el fuego del volcán. Era el "último" paso para destruir a ese israel que tantos problemas me había causado, pero al pensar en eso, también temía que aquél israel que alguna vez vi nacer, saliera del volcan y me consumiera por completo.

Ese israel era y es mucho más fuerte que este que todos conocen, cuando apareció, sentí que nada, absolutamente nada, ni siquiera ella, podría destruirlo; pero no fue así. Ella, sin siquiera saberlo, destruyó (o ahuyentó) a ese israel más fuerte, violento y oscuro. Esta vez no se si yo estaba buscando que renaciera, pero sabía que era una posibilidad.

Al llegar a las ruinas sentí una especie de paz que me envolvía de días atrás. Mi cuarpo seguía vagando sin alma mientras recorría ese remoto santuario del que sólo sobrevivió la torre y un pequeño altar. Escalé poco a poco hasta llegar a él, y me senté a contemplarlo en silencio. Luego de unos minutos tomé el sobre con los recuerdos. Era momento de depositarlos y ver si el colosal volcan tenía el poder para consumirlos y librarme de ellos y dejar en mi sólo esa marca que llevara conmigo, o por el contrario, rehusarlos y volverlos en mi contra.

Luego de recordar por ultima vez su contenido, lo lancé junto al Cristo que a pesar de los pesares, sigue en pie. Sentí como si estuviera viendo la sangre de la tierra, la lava, quemando aquellos recuerdos, fundiendo con la tierra aquellas cartas y sobretodo aquél corazón que ella me hizo prometer cuidaría hasta su retorno; sin embargo, ya no hacía falta, pues su retorno nunca sería real. Aún así, al dejar aquél brillante corazón, pense en separarlo, pero decidí que fuera consumido tal cual me lo dio: unido. Por todo lo que representó en mi, decidí que aquello que quemaba, debía terminar como inició, en uno solo.

Con los ojos algo humedos y la mirada hacia abajo y perdida, voltee a ver el volcán; debía ir y depositar el último recuerdo en el crater, ese que me unia a mi con ella, y no a ella conmigo. Encontre varias veredas y decidí seguir una, debia darme prisa, o de lo contrario no podría regresar. Sin embargo ocurrió algo de lo que más temía. Aquellos recuerdos eran tantos para el volcán que no podía depositar aquél recuerdo en su crater, pues de hacerlo, no sólo podría volverse contra mi, sino incluso destruir la esencia del volcán. Aún así, desesperado, seguí mi camino, pues yo tenía que depositar eso en el crater.

Sin darme cuenta sucedió lo peor, me perdí en el bosque. No supe que camino seguir ni hacia donde ir; unas montañas me bloqueaban la vista y el volcán dejó de estar a mi vista. No supe que hacer y caí de rodillas. El volcán se rehusaba a que yo siguiera. De pronto vi un anuncio que indicaba el hogar de un geólogo, mismo alq ue acudí para que me indicara el camino, pero encontre con que el sitio estaba abandonado y yo continuaba perdido. El tiempo corría y se hacía cada vez más tarde, y aquél agónico israel interno poco a poco fue consumiendo al físico, cansándome a sobremanera.

De pronto vi un camino y tuve que seguirlo. Mis pies no daban para más y tuve que andar por él, dándome cuenta que era el camino de regreso. Llegué a ver el volcán, y sentí una enorme pena, pues sentí que me veía recriminándome por el no ser tan fuerte como para depositar ese ultimo recuerdo en su cráter. Entonces decidí una ultima cosa. Retorné a las ruinas y entré directo a la torre que aún se conservaba completa, aquella que tenía aún en su cúpula la enorme cruz. Poco a poco entré y saqué ese anillo que guarde por tanto tiempo, por dos años, desde la primera vez que fui. Ese anillo que significaba la promesa de un futuro con ella vio la oscuridad de aquella torre.

Al entrar a la torre tomé el anillo, que si bien era sencillo, significaba mucho para mi, pero yo no podía conservarlo, pues hacerlo significaba guardar la esperanza de que podría volver. Lo tome con mis dedos y entré de lleno a la torre, dejando la chamarra en la entrada. Me senté justo en medio de aquella torre, un sitio donde bien pudimos terminar juntos, y pense en la hisoria del sr Camorlinga, que se casó con su esposa en una iglesia abandonada. Yo no pude hacer otra cosa mas que tomar el anillo y escribir en las cuatro paredes de la iglesia una frase: "aquí morí".

Luego de escribirlas simbólicamente, pues no se nota la escritura en las paredes, traté de romper con todas mis fuerzas el anillo, el cual noté o era sumamente fuerte, o era yo demasiado débil para hacerlo. Luego de un pequeño grito y la decisión completa, el aro del anillo de partió. Lo doblé hasta que formara un diminuto palo brillante con una piedra blanca en su tope. Recuerdo que parecía una diminuta rosa. Ese era el anillo de promesa que yo iba regalar, justo antes del de compromiso, ese que guarde desde hace dos años y tres meses. Me paré en el centro de la torre y moví varias piedras, aquella lava hecha roca.

Fue difícil, tan tan dificil soltarlo, en verdad sumamente difícil, mis dedos no querían dejarlo ir, pero una fuerza en mi recordó todos, todos esos momentos, buenos y malos. Y ahi, sin darme cuenta, vi todo lo que pasó. Mi ceño se frunció y los ojos se humedecieron como hace tiempo no se hacía, con una mezcla de sentimientos. Yo sentí como si estuviera en un funeral, presenciando el momento en que bajan el ataud, pero más precisamente recordé a los griegos, que en la hoguera depositaban los cuerpos de sus seres queridos y con dos monedas de oro en los ojos, para pagarle a Caronte, el barquero, se despedían del fallecido. Yo hacía algo similar...

Solté el anillo, que no chocó con nada, entró directo hasta no se donde, y después bloquee ese enorme hoyo con otra roca que antes fue lava. Salí de la torre con lágrimas en los ojos y un pesar enorme en mis espaldas, volteando hacia atrás, observando el sitio donde terminó todo, y pidiendo por que el volcán resistiera tanta pena y dolor de mi parte, tanto el anterior como el actual, pero pense que si algo o alguien podría resistirlo, ese era el Paricutín.

Emprendí mi camino hacia Angahuan, y los pies me pesaban mas y más. No me di cuenta que use todas mis fuerzas para esa ultima encomienda, y por poco no llego a tomar el camión. Esa había sido, quizá, la ultima batalla, pero como en esas guerras largas, no hay derrotados ni vencedores, sólo un enorme dolor y un hueco que no se llenará con nada, absolutamente nada...

Al dia siguiente curé mis pies debido a las heridas y el cansancio. Tomé esa pequeña veladora y en especial lo ultimo que conservaba de ella, otro regalo que segun debía conservar hasta su retorno: esa pequeña vela de los deseos. Yo no podía hacer otra cosa más que usarla, y así lo hice.

Tenía yo ahí a la virgen que cuida y protege a todos los que confían en ella, me consta la fe de muchas personas de la ribera hacia con ella. Llegué a la Basílica y entré, deposite la pequeña veladora en un diminuto altar y encendí la vela de los deseos con otra veladora, luego, con la vela de los deseos, encendí mi veladora, siempre con un sólo deseo en la mente: devuélvele la vista.

Encendí la veladora y permanecí ahí con la vela de los deseos en mi mano, aún encendida. Mientras estaba así rezaba y pedía por ella, por su salud, por que recuperara la vista, tanto física como espiritual, pues no sólo la física le fallaba. Creo que duré como 15 minutos, mientras veía la vela de los deseos extinguirse poco a poco, incluso soltando alguna que otra chispa, lo que me pareció raro. Duré ahí pidiendo, solicitando y rezando. Hasta el momento en que la vela expiró y soplé, pidiendo por ultima vez el deseo de que recuperara la vista.

Partí de ahí, dejando la veladora encendida, y a mi espalda se veía la Patrona de Pátzcuaro. Pensé en todos esos milagros que le adjudicaban y pense: yo se que lo hará, tarde o temprano, pero lo hará. Partí de ahí y me fui a la casa con la cabeza hundida. Aún tenía cosas que arreglar, pues el retorno, esta vez, era inminente. Ese israel no se exactamente e qué momento murió, lo que se es que ese israel que ella conoció, ya esta muerto...

2 comentarios:

Anónimo dijo...

Que fuertes están tus escritos, se nota el dolor en ellos. Alguna vez tú me preguntaste si podrías ser feliz en un futuro, después de lo que paso, yo quizá te haya contestado equivocadamente. Te tengo una receta que bien puede servirte, de hecho estoy segura te servirá, no lo dudes. Es una receta para ser feliz.

Ingredientes:

• Una libra de recuerdos infantiles.
• 2 tazas de Sonrisas.
• 2.5 libras de esperanzas.
• 12 onzas de Ternura.
• 5 latas de cariño.
• 40 paquetes de alegría.
• 1 pizca de locura.
• 8 tazas de Amor.
• 5 libras de Paciencia.

MODO DE PREPARACIÓN:
• Limpia los recuerdos, quitándoles las partes que estén echadas a perder o que no sirvan. Agrégale una a una las sonrisas, hasta formar una pasta
suave y dulce.
• Ahora, añade las esperanzas y permite que repose, hasta que doble el tamaño.
• Lava con agua cada uno de los paquetes de Alegría, pártelos en pequeños pedacitos y mézclalos con todo el cariño que puedas.
• Aparte, incorpora la paciencia, la pizca de locura y la ternura cernida.
• Divide en porciones iguales todo el amor y cúbrelo con la mezcla anterior.
• Hornéalas durante toda tu vida en el horno de tu corazón.
• Disfrútalas siempre con toda tu familia y seres queridos.
CONSEJO FINAL:
Puedes agregar a la mezcla anterior dos cucharadas de comprensión y una libra de comunicación para que la receta te dure para siempre. Pero sobre todo, lee siempre el libro de recetas llamada Biblia, del Chef Superior, Dios. Por ti mismo no podrás, con él si lo lograrás.

P.D.
Bienaventurados los pobres en espíritu, pues de ellos es el reino de los cielos.
Bienaventurados los que lloran, pues ellos serán consolados.
Bienaventurados los humildes, pues ellos heredarán la tierra.
Bienaventurados los que tienen hambre y sed de justicia, pues ellos serán saciados. Mateo 5:3-6

De Puebla

Israel dijo...

Pues podría servir Anonimo de Puebla, pero lo malo es que todos esos ingredientes me los acabe ya, algunos de esos, tu bien sabes que vienen con otros, como regalos de 2x1, asi que si unos faltan, otros también.

Yo me quede sin esos ingredientes, y aunque tenga el librito de recetas, poco puedo hacer sin los ingredientes y sobretodo sin el lugar donde conseguirlos.

Igual gracias por el consejo