lunes, 7 de enero de 2008

Adiós 2007

Pues el 2007 se fue, se largó, pasó a mejor vida (si se le puede llamar mejor). Lo que aprendí de él estuvo bien, muuyy bien, pues maduré más de lo que yo hubiera pensado, aunque debo admitir que sigo siendo chavo, asi que no esperen la madurez andando en mi. Ahora voy a relatarles mi último día del 2007 como si fuese mi diario de viaje, algo que quedó en el olvido al menos momentaneamente. El último día del año lo pasé con mis primos en el Santuario de la mariposa monarca. Y dice así (los que nunca leyeron mis diarios de viaje, papeense) :


Despertamos y aún no había salido el sol. Mi celular marcaba las 5 de la mañana y mis ojos todavía no querían abrirse, y aunque quisieran, dudo que pudieran hacerlo. Como me bañé la noche anterior me quede un poco más en la cama, como hasta las 5:15, y me levante, agarre la primera ropa que encontre y me cambie. Salí y mis visitas, Ruth y Chris (mi prima y su esposo), se encontraban igual que yo. Nos cambiamos, alistamos lo que necesitabamos y pusimos marcha hasta el Santuario de la Monarca.


Bajamos en taxi hasta la Estación y abordamos el camión. No pasó ni dos minutos cuando me quede dormido y desperté hasta que llegamos a la Central. De ahí tomamos autobús a Zitácuaro, sin embargo, nos detuvimos una hora y media después, en Cd. Hidalgo, en donde esperamos cerca de 20 minutos. Para ese rato me llamó Olivia, la corresponsal de Zitacuaro, para decirme que nos debíamos bajar en San Felipe de los Alzati (el entronque hacia la monarca), pues un accidente donde murió una familia de 11 tras desbarrancarse 120 metros estaba atrasando el tráfico. Colgámos y el chofer nos lo confirmó.


Eso hicimos y bajamos en San Felipe, con sus puestos y un enorme anuncio dando la bienvenida al turista. A mi me urgía buscar un baño. Tomamos un taxi y mi urgencia aumentó, así que el taxista me hizo el grandiiiiisimo favor de pararse, Chris igual debió pensar "un mexicano jamás orina solo", y aunque no es mexicano, debió sentirse como tal. Abordamos el taxi y llegamos a Ocampo luego de 10 minutos de travesía. Yo me sentí soñado, sentí como si hubiera llegado al paraíso o algo así, y un sentimiento que hace mucho no corría por mis venas, es decir, la aventura del viajero, me inundó por completo.


Esta vez no sucederá igual, me repetía sin cesár, "esta vez le tomaré muchas fotos". A esto me refería con la calle John W. Lennon, que para quien no sabe la historia, existe una calle con este nombre en la sierra michoacana. Luego de comer unas quesadillas muy sin chiste en la plaza de Ocampo, mis primos me seguían según mi orientación lo permitía. Me sentí increíble, pues a pesar de haber pasado 3 años y de que aquella ocasión estuviera agonizando, recordaba todo a la perfección. De pronto Ruth gritó, y ahí estaba frente a nosotros, era la John Lennon.


Nos detuvimos a contemplarla, y le tomamos algunas fotos a las cuatro esquinas donde se anunciaba la calle. Algunos vecinos nos observaban con aire de gracia, como si jamás hubieran visto a alguien tomarle una foto a la nomeclatura de la calle; sin embargo, muy posiblemente la mayoría de ellos ni siquiera sabe quien es Lennon.



En una de las esquinas, sin embargo, me llamó mucho la atención y tristeza al mismo tiempo. La calle John Lennon, al igual que muchas bardas en nuestro país, había sido contaminada con la política nacional, con los partidos, con las promesas de campaña y con la frágil e ilusoria esperanza de una vida mejor. Por un momento mi rostro enmudeció, y supongo que si alguien me vio debió decir que mi rostro no era para nada el del turista común. En ese momento recordé a Lennon, y pensé, ¿qué diría Lennon si viera su nombre aquí, en una calle en la sierra de un país tercer mundista, y sobretodo, que incluso su frágil legado se borra ante el "poder" ? Yo no pude mas que alzar la cámara, tomar la foto y proseguir mi camino.


Luego de aquélla escena y de que nos tomaramos algunas fotos en la calle, proseguimos nuestro camino. A Ruth también la llamó la naturaleza, por lo que entramos al Mercado de Abastos de Ocampo para buscar un baño. Mientras mi prima estaba en el baño, Chris y yo buscamos atole, y encontramos uno delicioso, el más rico que haya probado, en 5 pesos el vaso y con sabor a galleta, sin dudas muy muy rico. También compramos galletas de animalitos para el camino. Por un momento me sentí feliz, como un niño que sale a pasear, pero con la libertad total de poder ir a donde mis pies y mis ojos me llevaran.


A unos cuantos metros tomamos una combi para ir al Santuario. El camino fue largo, de 40 a 45 minutos para un tramo de 12.5 kms, mismos que pudimos ver, era algo muy bello. Yo recordé a Heidi tras ver esas planicies, esas casas, esa gente; sin embargo, quizá distinto de mis primos que sólo vieron eso, yo también vi pobreza y marginación.


Luego de llegar a la entrada del Santuario caminamos unos pasos a través de unos puestos de madera, yo ahí compré un atole de zarzamora que me quemó la boca y que no tenía sabor, hubiera preferido otro de galleta. Caminamos y entramos al Santuario, poco a poco fuimos escalando, y esporádicamente veíamos alguna que otra mariposa. Por el camino había letreros que nos decían datos técnicos sobre la Monarca, cómo cuidarla y el no tocarla ni siquiera al verla muerta.


Al verla ahí, observé dos de ellas que me gustaron, era un amor distinto pero similar al de las personas. Eran dos mariposas procreando la especie, o al menos así las describían los letreros. Me pareció algo curioso, buscar en medio de la naturaleza un sitio completamente apartado, en donde son más mariposas que habitantes en Michoacán, y sin embargo, eran tan frágiles. Pensé en lo que tuvieron que pasar esas dos mariposas para estar juntos, en ese viajar con un rumbo fijo desde Canadá hasta donde me encontraba yo. Pensé en que para mi fue cansado viajar 4 horas, pero ellas viajaron meses. Recordé que mi mamá me contó cuando la Monarca llegó a Chipinque, y cómo la gente salía con redes a atraparlas. Pensé en todos esos vientos, en las lluvias y en los autos que pudieron matarlas. Pero no, el amor de ellas era tan fuerte que pudieron cruzar toda esa distancia para ese momento, un momento que no quedará olvidado.


Reanudamos la marcha y seguimos cuesta arriba, el aire allí era ligero y nos cansabamos con rapidez, 3.600 metros sobre el nivel del mar no es en vano. Luego de eso llegamos a un sitio increible, uno que yo recordaba. Era un llano enorme, parecía una campiña europea, en donde los pinos crecían y se veía un espacio abierto donde las mariposas bajaban a beber. Yo volví a tomarme una foto ahí, como hace algunos años


De pronto las nubes bloqueaban el sol y las mariposas desaparecían, pero cuando el sol volvía a salir, se observaban cientos, quizá miles o millones de ellas. Por un momento a donde quera que voltearas las Monarcas se encontraban ahí. Tomé muchas fotos, tratando de captarlas, y lo único que se me ocurrió fue tomarlas a contra luz con las nubes. Aunque hubo alguna que otra buena foto que logré captar.
Volvimos a caminar luego de quedarnos ahí varios minutos, enmudecidos ante la grandeza de la Monarca, algo que ni en fotos ni narrado puede explicarse como el estár ahí. Pero ese no fue quizá el mejor momento, pues a pocos metros de ahí nos topamos a la mariposa bebiendo. Todas esas que hacía escasos minutos observamos en el cielo, las veíamos en un pequeño riachuelo tomando agua, saciándo su sed tras kilómetros y kilómetros de viaje. Me volvió a sorprender como unos animales tan diminutos pueden lograr semejante hazaña. Recordé lo que decía un letrero, que las mariposas pueden viajar 120 kms en un día, y pense "eso un humano jamás lo hara, al menos no a pie".

Al seguir la marcha las mariposas aumentaban, tanto que cuando caminabamos las veíamos y sentíamos a nuestro alrededor. Estabamos realmente en el Santuario. Sin embargo, no era el final del recorrido. Como mi espíritu viajero es grande, y mi vale madrismo es a veces aún mayor, me atreví a meterme en una pequeña senda apenas visiblemente marcada, mis primos me siguieron, quizá pensando "a donde nos va llevar este niño", a pocos metros, alejado del bullicio de la gente, los vimos.
Eran enormes, y ni un alma humana estaba cerca. No estabamos ni a 20 metros del camino principal, pero se observaba con claridad la gente del camino. Nosotros no podíamos hacer nada mas que observar hacia arriba, mirar, y sólo contemplar aquél espectáculo. Sobre las ojas y ramas de los árboles, cientos, miles, quizá millones o billones de mariposas, acomodadas de lat forma que hacían como ramas de ellas mismas. Todo a nuestro alrededor eran capas y capas de la Monarca, y no se en qué momento tuve que cerrar la boca por el aire frío que entraba en ella, aunque siempre mirando hacia arriba.
Luego de varios minutos ahí retornamos al camino, y de ahí, descendimos poco a poco. Durante el camino me empezó a doler la cabeza. Yo dije que fue debido a la altura y al no haber comido, le pedí a Ruth las galletas de animalitos y todos reímos, pues parecía niño que se las pidiera a mi mamá, que también se llama Ruth. Bajámos y llegamos a comer tlacoyos azules con doña Consuelo, quien los preparó y estaban deliciosos, yo me comi 4.
Mientras, doña Consuelo nos contaba historias del pueblo. Nos contó que a pesar de ser el Santuario por excelencia, es el que menos gente importante visita, pues cuando Felipe Calderón o el Gober Lázaro Cárdenas van, visitan otro santuario. Nos contó que en el pueblo hay primaria y telesecundaria, y que el ejido llamado El Rosario consta de apenas 4 manzanad, divididas en colonias y esparcidas en varios kilómetros a la redonda. Nos dijo también que cuando es época de la Monarca, todos tienen empleo, pero cuando no, la situación es tan complicada que los que hoy hacen de guía, mañana hacen de albañiles.
Partimos despidiéndonos de doña Consuelo, y comprando, debido a mi antojo, unas zarzamoras, mismas que aplacaron mi enchilada, pues la salsa roja de los tlacoyos me hirvio la boca. Bajamos hasta Ocampo y al bajar, como al subir, fue imposible no recordar a Mr. y Mss. Roger, la pareja norteamericana que nos ayudó a Gus, Chuy y a mi en nuestra visita anterior. ¿Que será de ellos, nos recordarán como nosotros a ellos, y si es así, qué habrán de pensar de nosotros?, Ojala que ellos estén bien de salud, y guarden con cariño esa foto que ni nosotros tenemos, la de los 3 jóvenes viajeros en la calle John W. Lennon.
Bajamos aprisa a Ocampo, y mientras me comía una paleta Magnun Blanco, bajabamos hasta San Felipe, donde nos encontraríamos con Olivia, la corresponsal de Zitacuaro, quien amablemente nos llevaría pan. Llegó luego de varios minutos y nos saludamos, me regalo pan de Zitacuaro y una lámpara de alguna resina de madera que es muy bonita.
Partimos rumbo a Morelia en un camioncito que nos llevaría a Cd. Hidalgo, y comíamos el pan de Zitácuaro. Yo lo comía de una sola pieza y veía el atardecer en las montañas, y me llenaba de migajas la cara, y me hacía muy muy feliz. Aquél era el último atardecer del 2007. Llegamos a Cd. Hidalgo y abordamos un taxi, mismo que a 5 metros de abordarlo se quedo parado y tuvimos que empujarlo para ayudar al taxista, que en cuanto bajamos pudo arrancar el carro. Preferible que pasara en el taxi a que pasara en el autobus.
Llegamos a la central de Cd. Hidalgo y de ahi tomamos autobús a Morelia. Yo me quede muy dormido escuchando mi Aypo, y cuando reaccione iniciaba una película de Antonio Banderas, Johnny Deep y Enrique Iglesias (si, el que canta) y recordé los últimos semestres de la prepa, y un par de amigas que adoraban a Johnny Deep, recordé cuando fuimos a ver esa película llamada Erase una vez en México.
Ibamos entrando a Morelia y les dije a mis primos que bajáramos no en la Central, sino ahí donde se detuvo, en el Libramiento, y de ahi tomamos taxi a Xangari. Alcanzamos un taxi colectivo hasta Pátzcuaro, donde llegamos como a las 9 de la noche. Como no tenía nada de cenar y todo estaba cerrado, decidimos que unas pizzas chafas (muy chafas) serían nuestra cena de año nuevo. Partimos a la casa y una vez sentados no pudimos pararnos.
En la colonia ya estaban preparando el sonido para la fiesta, pero yo simplemente no podía pararme. Comimos y vimos, como siempre, el año nuevo en Australia, tomamos un poco de tequila y mi mamá me habló desde Monterrey. Apenas dieron las 12 y yo despedía el año viejo y daba la bienvenida al año nuevo con una sola persona en mente, esa que al igual que las mariposas que habñia visto, me hizo viajar kilómetros y kilómetros.
Ruth fue la primera en irse a la cama y después yo. Vi mi celular y apenas eran las 12.30, y como no estar cansado, con todo lo que caminamos y comimos. Mi celular sonó a las 2 de la mañana y era ella, y a pesar de estar muy cansado y dormido, prácticamente me despertó como si fuese mi día, ahí entendí que sí es mi solecito. Dormí y mis vecinos igual me despertaron a las 6 de la mañana. Ya no era la música de fiesta grande, sino la grabadora del vecino de enfrente. Pude consiliar el sueño unas horas más, pero aún cuando salí de mi casa a las 10.30 de la mañana, mis vecinos seguían con su música. Yo la verdad quería estar un poco más en mi cama, dormidito como unas horas antes, pero debía trabajar por el cambio de gobierno.
Así fue como terminó para mi el 2007, un año distinto por vivir completamente solo, donde aprendí muchas cosas del mundo y sobretodo de mí mismo. Ese es un aprendizaje que me llevó a Monterrey o a cualquier latitud a la que me vaya, tal así como lo hizo la gran mariposa monarca.

1 comentario:

jessica dijo...

Hola creo por lo que leo que eres un viajero... eso es bueno cuentas tus vivencias en fin es un lindo blog te invito a que pasees por el mio que se que en el mundo el idioma internacional es el amor....



me despido atte a ti Diablitastar666