Con los brazos de la fiebre, que aún abarcan mi frente, lo he pensado mejor y desataré las serpientes de la vanidad. El paraíso es escuchar, el miedo es un ladrón al que no guardo rencor, y el dolor es un ensayo de la muerte. En la piel de una gota mis alas volvieron rotas y entre otras cosas ya no escribo con tinta de luz.
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